Pero cuando el daño y el miedo vinieron y amenazaron con cegarme para siempre, tuve que aprender de los errores de Ícaro y asumir que no había alba que mereciese destruir mis alas y caer al vacío. Así que acepté que habían sido demasiadas quemaduras y demasiadas lágrimas, y que era hora de pensar en mí y no en la ciudad.
Y aunque lo que quería hacer era regresar, aunque hubiese dado cualquier cosa por oírle hablar de todo y de nada al mismo tiempo una última vez; me alejé.
Y nunca dejaré de pensar que una parte de mi vida se quedó atrás.
Game over.
No hay comentarios:
Publicar un comentario